En esta sociedad pandémica en el que el consumismo está devorándola a un ritmo trepidante, bien vale la pena detenerse, apagar el móvil y artefactos electrónicos, y oir la arritmia del corazón y el sentir vacío del no pensamiento.
Veamos: Nos habíamos encontrado con que la vida era un motor cuyas revoluciones iban desbocadas y cuyas acciones , inexistentes al fin y al cabo, corrían desaforadamente detrás de las aplicaciones electrónicas , de los nuevas formas tecnológicas, de las imposiciones culturales y de una educación atrofiada.
O sea, que el conjunto de la vida era un aceleramiento infatigable y consumista , fervorizando y quemando hasta la última neurona y la última célula corporal. Total, un individuo descontrolado, automatizado y sumiso al dictamen de lo socio-cultural-politico-ideológico de la tecnología.
Cuando la pandemia ha puesto ún final a esta desbocada manera de las gentes de vivir la vida obligándola así a abrir los ojos y ver la realidad , una realidad de una catástrofe sin paliativos que nos ponía al borde del precipicio, y sin poder dar marcha atrás,la nueva necesidad de aislamiento que impuso el irus pasó a ser el punto de inflexión entre la vida anterior y la del devenir.
El parón forzado de la pandemia ha provocado que se hagan actividades al ralentí. El aceleramiento y el consumismo de antes han quedado en la memoria y ahi deberán quedar.
Lo que ahora toca es querer no volver a ese ritmo desenfrenado e inhumano de antes sino que lo que se avecina deberá ser una vida al ralentí. Descubrir lo que significa la vida de nuevo, reiventarse a si mismo, desplazar la vista hacia más allá del mañana, aprender a pensar a largo plazo, adquirir las destrezas de aprender haciendo, rebajar el apego a las tecnologías , volver a al contacto con la naturaleza y redescubrir la espiritualidad y la humanidad que nos diferencia de otras especies con las que convivimos.
Repetir la historia del desastre vital y social de nuestra vida anterior es volver a la prehistória humana. La Vida que ahora tenemos delante es la de encontrar el alma, la humanidad, la esencia que nos ha hecho devenir seres humanos con alma. Ese punto de inflexión que ha sido y es la pandemia significa el cambio de paradigma. Un paradigma centrado en los valores humanos, la naturaleza, la cooperación y la relación con otros seres sociales.
La resistencia ante las tendencias sociales, culturales, politicas, intelectuales que nos rodean es nuestro primer signo de fortaleza que deberemos alimentar. Pensar a largo plazo y actuar al ralentí es la tendencia que nos dará esa perspectiva de evolución donde el ser humano social esté en el centro de un desarrollo progresado.
Se nos está dando una segunda o tercera oportunidad para hacer las cosas bien, para pensar, para actuar para relacionarse en armonia con todos los seres de la naturaleza. Se nos esta dando la oportunidad de alinearnos con lo bueno, lo útil, lo altruista, lo bello, lo inteligente, lo justo. Volver la mirada hacia el interior y hacia lo universal. Aprovechemos la ocasión que la pandemia nos da y miremos en otra dirección.Sea.
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